Cada 21 de enero se celebra el Día Mundial del Abrazo. Posiblemente sea el acto más reconfortante para una persona porque nos sentimos protegidos, queridos, arropados… ¿Os podéis imaginar lo que puede significar un abrazo para un niño, una niña o una
persona que esté en una situación de vulnerabilidad?

Todas las personas vivimos días donde hubiésemos preferido ni levantarnos de la cama. Las personas con discapacidad, en muchas ocasiones, siguen sintiéndose discriminadas por múltiples causas: no empatizan con ellos/as, no les entienden, no se preocupan, no
les preguntan qué les pasa y, lo peor de todo, los señalan como culpables de ciertas situaciones. La baja autoestima, el estrés, el nerviosismo o la irritabilidad son desencadenantes tras vivenciar estas experiencias negativas.

Personalmente, no me valen las excusas de “no sé qué le pasa, no me lo dice”, “siempre está enfadado/a”, “otra vez está con un berrinche…”. Claro que vamos a tener a niños y niñas, incluso a personas adultas con discapacidad, que no te sepan decir qué les pasa, qué sienten o qué necesitan. Pero es que, YO, como persona “normativa”, siempre me ha costado expresar mis sentimientos. No todo se reduce al colectivo de diversidad funcional.

¿Sabéis qué tipo de comunicación no verbal es único y universal? El abrazo. Todas las personas lo entienden por igual. Y, ¿sabéis los beneficios que tiene dar o recibir un abrazo?

Genera una sensación de protección y seguridad. Cuando abrazas o nos abrazan con sinceridad nos sentimos “en casa”.

Estimula la autoestima. Se transmite afecto y apoyo. Es una inyección de buena energía y amor.

Aporta calma. Esa sensación de serenidad y paz que sentimos cuando estamos inmersos en un abrazo.

Reduce el estrés. El contacto físico aumenta las hormonas encargadas de producir sensaciones de bienestar por lo que favorece a que las personas sean más felices.

Mejora el estado de ánimo. Un buen abrazo aporta apoyo, comprensión y reconfortará.

Fortalece el vínculo. Mejora la relación entre las personas, construyendo lazos de cariño, afecto y confianza.

Abrazar debería ser el hábito saludable más realizado por y para todas las personas. Y, recordad, cuando nos encontremos en alguna situación donde el niño, la niña o la persona adulta con discapacidad, esté en un momento de nerviosismo: Para, míralo/a sin juzgar y abrázalo/a. Sólo cuando esté calmado/a y sienta que no pasa nada, podrá decir qué le pasa.

Como dijo Paulo Coelho: “Cada vez que abrazamos a alguien con gusto, ganamos un día
de vida”. Ahí está la importancia de ABRAZAR.

Laura Gutiérrez, Responsable de Integración Social.